No
pude aguantar ni un segundo más en pie, había subido las escaleras corriendo,
eran diez malditos escalones que me habían logrado dar un terrible dolor de
cabeza, no aguanté más y caí rendida sobre mi cama.
Estaba
sobre una manta, sentada sola y al parecer esperaba a alguien. Hasta que él
apareció, traía una hoja, algo había escrita en ella, pero al parecer él no
quería dármela, quizás no era para mí. Me levanté e intenté caminar hacia él,
pero se fue alejando de a poco. Tomé una bocanada de aire y reaccioné, yo podía
hablar.
-¿Me
tenes miedo? –Entonces pude verlo reírse, esta vez no estaba sonriendo, él se
reía, era gracioso verlo y no poder oírlo, pero al mismo tiempo me hacía
preguntarme por qué pasaba todo esto. Fue en ese instante cuando una piedra cayó
sobre mi pie, estaba envuelta en una hoja de papel. La tomé y la leí.
“Creí que eras vos la que
tenías miedo, Clarissa”
No
comprendí en absoluto su punto de vista ¿por qué debería temerle? ¿Era malo? Intenté
acercarme nuevamente pero él volvió a retroceder, y en parte lo agradecí.
Quizás no estaba muy segura de qué hacía él siempre en mi sueños, quizás era
una clase de hombre malo, aunque su cara era parecida a la de un ángel, un
bronceado y hermoso ángel.
-¿Debería
tenerte miedo? ¿Quién sos? –él no contestó nada, me senté nuevamente sobre la
manta, mis piernas me dolían bastante y ese hombre estaba justo frente de mi
haciendo aparecer y desaparecer pequeñas hojas de papel. Me lanzó otra piedra y
leí el siguiente mensaje.
“¿Le tienes miedo a los
fantasmas?”
Me
desperté sobresaltada, giré porque sentí la presencia del alguien.