miércoles, 26 de julio de 2017

Todo esto. Y punto.


Llevo meses intentando comprender el motivo por el cual te fuiste, por el cual volviste y por el cual me dejaste decirte adiós. Era magia, vos, yo.. éramos magia. Te pregunté que era lo que llegamos a tener meses atrás y respondiste que había sido «una estrella fugaz». Mágica, veloz, y que si no alcanzas a verla a tiempo te la perdes.
Y a mí me perdiste.
Yo no te perdí, yo alcancé a verte a tiempo, lo dije, te lo dije. Vos me viste pero cerraste los ojos tan fuerte para desear no enamorarte que desaparecí y no me volviste a ver. Ambos desaparecimos. Pero una noche, casi por arte de magia —gracioso, ahora que lo pienso— volviste en forma de escusa. Escusa que recibí encantada, porque la hiciste brillar, no como una estrella, sino más bien como una moneda de chocolate. Y vamos, ¿quién no ama el chocolate? Entonces ahí estabas vos, una vez más brillando ante mis ojos… ¿pero yo brillaba ante los tuyos? ¿acaso yo era lo suficientemente buena para vos? Dijiste que no había cosa de mí que no te gustara, y puedo entenderlo, soy inteligente, soy linda y hasta puedo ser graciosa cuando me lo propongo. Soy honesta. Lo de nosotros era magia. Magia y nada más que magia. Probablemente yo era —y sigo siendo, incluso muchas veces más que la suma de todas esas cualidades— todo eso.
Juntos éramos todo eso.
Llevo meses intentando comprender qué fue lo que pasó, por un momento ya no estás más, creo haberte superado, sigo adelante. Salgo, conozco a un chico, comenzamos una relación, me doy cuenta de que no siento magia, pido perdón y me voy. No es hasta ese momento, en el que me doy la vuelta para mirar atrás y darme cuenta de que ahora soy yo la fugaz, cerramos los ojos y ya no estoy.
Vos tampoco ya no estás acá, hace tiempo. Pero te extraño, te extraño y a veces siento la tentación de escribirte, de comenzar este ciclo vicioso una vez más, me ves, te veo, cerras los ojos y ya no estás. Ya no estoy. Y ya no estamos.
Fugaz.
Lo nuestro era magia, eso lo sabés bien. Pobre de ti, cagón.
Pobre de mí, tonta enamoradiza.

El problema no es querer, el problema es que no te quieran. Y peor aún, que no se animen a quererte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya ni me acuerdo como se hacía esto