Llevo meses intentando comprender el motivo
por el cual te fuiste, por el cual volviste y por el cual me dejaste decirte adiós. Era magia, vos, yo.. éramos
magia. Te pregunté que era lo que llegamos a tener meses atrás y respondiste
que había sido «una estrella fugaz». Mágica, veloz, y que si no alcanzas a
verla a tiempo te la perdes.
Y a mí me perdiste.
Yo no te perdí, yo alcancé a verte a tiempo,
lo dije, te lo dije. Vos me viste pero cerraste los ojos tan fuerte para desear
no enamorarte que desaparecí y no me volviste a ver. Ambos desaparecimos. Pero
una noche, casi por arte de magia —gracioso, ahora que lo pienso— volviste en
forma de escusa. Escusa que recibí encantada, porque la hiciste brillar, no
como una estrella, sino más bien como una moneda de chocolate. Y vamos, ¿quién
no ama el chocolate? Entonces ahí estabas vos, una vez más brillando ante mis
ojos… ¿pero yo brillaba ante los tuyos? ¿acaso yo era lo suficientemente buena
para vos? Dijiste que no había cosa de mí que no te gustara, y puedo
entenderlo, soy inteligente, soy linda y hasta puedo ser graciosa cuando me lo
propongo. Soy honesta. Lo de nosotros era magia. Magia y nada más que magia.
Probablemente yo era —y sigo siendo, incluso muchas veces más que la suma de
todas esas cualidades— todo eso.
Juntos éramos todo eso.
Llevo meses intentando comprender qué fue lo
que pasó, por un momento ya no estás más, creo haberte superado, sigo adelante.
Salgo, conozco a un chico, comenzamos una relación, me doy cuenta de que no
siento magia, pido perdón y me voy. No es hasta ese momento, en el que me doy
la vuelta para mirar atrás y darme cuenta de que ahora soy yo la fugaz,
cerramos los ojos y ya no estoy.
Vos tampoco ya no estás acá, hace tiempo. Pero
te extraño, te extraño y a veces siento la tentación de escribirte, de comenzar
este ciclo vicioso una vez más, me ves, te veo, cerras los ojos y ya no estás.
Ya no estoy. Y ya no estamos.
Fugaz.
Lo nuestro era magia, eso lo sabés bien. Pobre
de ti, cagón.
Pobre de mí, tonta enamoradiza.
El problema no es querer, el problema es que
no te quieran. Y peor aún, que no se animen a quererte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario