martes, 4 de diciembre de 2018

Merecemos un 100%. Basta de porcentajes a medias.

No vas a ser alguien grande; ya lo eres. Y quien no lo vea ahora, tampoco lo verá cuando alcances las estrellas.

No me pregunten más por qué. Yo tampoco tengo la respuesta.

Es como si siempre supimos que tarde o temprano volveríamos a juntarnos.
Esperamos pacientes. Peleamos, discutimos, nos amigamos y volvimos a pelear.
Pero este ciclo vicioso en el que siempre terminamos cayendo, vuelve a aparecer.
Nunca te fuiste por completo y yo nunca te olvidé. 
Vos tampoco lo hiciste.
Entonces volvemos a encontrarnos, en una canción, en una película, en un sentimiento hacia otra persona... 

Siempre volvemos.
Quizás no de la forma en la que imaginamos "ser", sino más bien en las que nos tocó "estar". 
Y eso alcanza. Y está bien. 



-

No es que lo extrañe, es que lo traigo dentro…
— 

sábado, 1 de septiembre de 2018


La noche no estaba estrellada, no hacía calor, aunque sí que era una noche de verano. No estábamos en medio de una ciudad, ni en una silenciosa calle de la capital. Nos encontrábamos en el medio de un pueblo perdido, la clase de pueblo donde las luces de la calle dejan de funcionar de forma repentina y te quedas a oscuras por dos o tres calles mientras caminas.

La temperatura estaba demasiado agradable, ni mucho calor, ni mucho frío. Era diciembre y parecía que iba a llover.
Sugerí ir a la playa, nos sentamos en la arena a tomar una cerveza. Una noche increíble.
No te conocía, no sabía nada de vos y aún así decidí quedarme y conocerte, aunque fuera por una única noche.
No me conocías, no sabías nada de mí y aún así decidiste tomarte un ómnibus en medio de la noche hacia un pueblo lejano solamente para pasar un par de horas conmigo y compartir un par de cervezas.
En el horizonte comenzamos a ver un par de relámpagos amenazantes, sugerí salir de la playa, porque como en todo pueblo, las tormentas dentro de la playa son peligrosas y tener que esquivar arbustos para salvar nuestra vida era un poco demasiado para una primera cita.
“Que exagerada”
Decidimos -o mejor dicho lo decidí yo- quedarnos sobre “La rambla” lo que en realidad era un cantero entre medio de la ruta que iba al Este y la que iba al centro de la capital. No había demasiado tránsito a esas horas, nos sentamos en el pasto y nos pusimos a charlar. Te pregunté qué te gustaba hacer y me dijiste tres cosas que no vi venir y que me dejaron desorientada.
Estas fueron tus palabras y en este exacto orden:

Me gusta leer.
Me gusta viajar.
Y me gusta bailar.
Y yo por dentro pensaba ¿dónde estuviste estos años, gil? Me caso. Te amo. Tengamos gatos y perros y vivamos en otro país. Agarrá el pasaporte que nos vamos al carajo. Lo amo. Is this the real life?
Me tomó solamente unos segundos preguntarte si realmente bailabas o era “mi concepto de bailar” que básicamente es todo movimiento que te salga -sea coordinado o no- al son de la música. Entonces te levantaste, me extendiste la mano y te choqué los cinco.
“Levántate, vamos a bailar”
Y entonces ahí estábamos los dos, en plena madrugada, en el medio de un pueblo perdido bailando sin música.
Me das una vuelta y no quiero dejarte ir a ninguna parte. Creo que intuís mis pensamientos o al menos tenes una remota idea de coincidir en algo conmigo.
Ninguno de los dos esperaba esto.
Me miras a los ojos intensamente y seguimos abrazados a mitad de un giro de un baile que nos acabamos de inventar, una mezcla entre un tango y un vals. Y te miro y me mirás y nos miramos.
Sonreímos casi al mismo tiempo. Y sabemos que hay algo. Quizás no entendemos o no sabemos con claridad que es.
Pero es.
Entonces me das una vuelta más y no nos aguantamos más y entre medio de un giro y un abrazo nos besamos.
Es sexy, es inesperado y es ansiado. Como si hubiésemos esperado ese momento por años, sabiendo que iba a llegar en algún momento.


¿Hacía cuánto que no te reías sin que fuera por compromiso?
¿Hacía cuánto que no bailabas sin saber bailar junto a alguien?
¿Hacía cuánto que no te mojabas bajo la lluvia?
¿Hacía cuánto que no te acariciaban la piel?
¿Hacía cuánto que no querías que la noche terminara?

¿Hacía cuánto que no eras simplemente vos?
Alejarse no es lo que cuesta. Lo que cuesta es decir basta, poner un punto final y aceptar que si ya no pasó, no va a pasar.
Decir basta da miedo, es una palabra fuerte, le damos un sentido fuerte porque queremos que se entienda que hasta acá llegamos. Que ya no va más. Que estamos cansados de remar y remar y nunca avanzar.
Decir basta es renunciar hasta a la mínima posibilidad de que algo cambie. Incluso cuando sabemos que nada va a cambiar.
Decir basta cuesta, sí. Pero creeme, decir basta es la mejor decisión que podés tomar. Decir basta es elegir estar bien en lugar de estar triste, decir basta es aceptar que si ya no fue, ya no será.
Decir basta está demás.

Hoy es el nuevo comienzo.

Hasta acá llegué..
Basta de llantos,
basta de nostalgia,
basta de lamentos.
Basta, basta, basta.
Hoy me toca ser feliz.

Y punto.

Me gusta eso, esto y TODO esto

No, no me hacía reír. Me hacía caricias.

Pobre de ti, cagón. Pobre de mí, tonta enamoradiza.

Llevo meses intentando comprender qué fue lo que pasó, por un momento ya no estás más, creo haberte superado, sigo adelante. Salgo, conozco a un chico, comenzamos una relación, me doy cuenta de que no siento magia, pido perdón y me voy. No es hasta ese momento, en el que me doy la vuelta para mirar atrás y darme cuenta de que ahora soy yo la fugaz, cerramos los ojos y ya no estoy.
Vos tampoco ya no estás acá, hace tiempo. Pero te extraño. Te extraño y a veces siento la tentación de escribirte, de comenzar este ciclo vicioso una vez más, me ves, te veo, cerras los ojos y ya no estás. Ya no estoy. Y ya no estamos.
Fugaz.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Promesas


Cuando apenas nos conocimos prometiste que nos volveríamos a ver. En esos tiempos yo no hablaba mucho, me habían robado la voz. En esos tiempos, vos no hablabas casi nada, no querías ni sabías como hacerlo.
Cumpliste tu promesa y volvimos a vernos. Reiteradas veces. Yo empecé a recuperar mi voz, poco a poco. No fuiste vos el que la trajo de nuevo. Fui yo misma y mis ganas de evadir con chistes malos y  todos esos silencios incómodos que salían de tu interior.
Diez citas después y tres meses más tarde, te robé el primer beso.
Mágico, de esos que te trasportan a otra galaxia, de los que te hacen temblar las piernas. Fue ese beso lo que me empujó a seguir. Quería más de esa sensación, de esa alegría, de ese viaje a otra galaxia.
Pero vos ya no estabas ahí. No de la forma que yo quería, ni de la forma que necesitaba.
Prometiste ser mejor. Me prometiste tu corazón, tu tiempo y prometiste una y otra vez que no volverías a lastimarme.
Miles de promesas tiradas a  la basura. Miles de promesas que nunca fueron más que un montón de palabras sin significado. Ni para mí, ni para vos. Porque ambos sabíamos que no duraría.
Porque ambos sabíamos que esas promesas eran solo mentiras.

Ya ni me acuerdo como se hacía esto